A veces (más de las que deseáramos), las cosas no llegan a buen puerto en esto de la cerámica. En esas ocasiones, en las que abres el horno y... ves la catástrofe, se te cae el alma a los pies.
Sin embargo, a veces, estas pequeñas desdichas tienen arreglo.
Esta entrada va dedicada al PAPER-CLAY. Para los que no sabéis qué es esto, la cosa es sencilla. Se mezcla barro (del tipo que se quiera: desde barro rojo hasta porcelana) con pulpa de papel. Yo, personalmente lo hago con embalajes. Se corta el papel en trozos pequeños y se pone a remojo en abundante agua. Se deja un día o dos y después se le quita el exceso de agua. Esta pulpa se mezcla con barbotina del barro elegido, en mi caso en una proporción de 3 (papel) a 5 (barro) en volumen.
Mis experiencias con el paper-clay o papel-barro han ido mejorando con el tiempo. Esta mezcla se puede utilizar para hacer piezas ligeras (ya que la pulpa se quema en el horno), piezas más finas y resistentes de lo normal para un determinado barro o para pegar piezas rotas en crudo o incluso en bizcocho.
Y por fin llegamos a lo que yo iba: pegar una pieza que ha salido rota de la cocción de bizcocho.
Esto es lo que me encontré al abrir el horno...
Como "de perdidos al río", decidí intentar arreglar este canecillo. Está hecho con barro refractario, así que me hice la famosa mezcla.
Primero uní las partes que tenía con paper-clay y vinagre.
Esto lo hice con la mezcla más ligera.
Después, rellené el hueco con más masa (pero ya con mayor consistencia).
Lo del palito es para no tapar el agujero de la pieza y dejar salida al aire interior.
Aquí se ve cómo quedó por debajo la pieza una vez hecho el arreglo.
Y aquí por arriba.
Una vez que empezó a secar tuve que tapar con paper-clay alguna grietita que salió...
...pero, ¡victoria! salió del horno de alta vivito y coleando.
Aquí lo podéis ver con un acabado de óxido.
Y, para los escépticos, la parte de abajo...
¡tachán!